PRIMER ACTO
Mirta se encuentra sola en el salón. Está todo
inmaculado: paredes blancas, cortinas de lino, sofá y sillones a juego color
crudo y lirios blancos en los jarrones que hay dispersos por toda la
habitación. La tarde se ha presentado lluviosa y la mujer está tristona.
Inesperadamente, llaman a la puerta; primero una vez, luego dos, después sin
levantar el dedo del botón.
MIRTA
/ Ya va, ya va… ¡Qué insistencia, por Dios!
MARIO
/ ¡Ay, chica, sí que te haces de rogar!
MIRTA
/ No digas chorradas, Mario. ¡Qué sorpresa!, no te esperaba! Estaba distraída
mirando por la ventana.
MARIO
/ Para lo que hay que ver, hija… Agua y más agua, ¡agua por todas partes!
MIRTA
/ ¡Para quieto! ¡Quítate los zapatos antes de entrar al salón!
MARIO
/ ¡Pero qué clase de maniática eres, Mirtita! El suelo está para pisarlo. Por
eso siempre estás sola, no hay quien aguante tus manías asépticas.
MIRTA
/ Ni falta que me hace. Sola es como mejor se está…
MARIO
/ Sí, claro, así no te peleas con nadie. ¿Y pensabas pasar tu cumpleaños como
un alma en pena?
MIRTA
/ Pues sí, no queda otra. He hecho una pizza con mis propias manos y tengo un
vino argentino que está para morirse. Si te quedas a hacerme compañía lo
podemos compartir.
MARIO
/ ¡Pues, claro, niña! Para eso he venido, ¡felicidades, guapa!
SEGUNDO ACTO
Mirta desaparece de escena. Mario corre hacia la puerta y
abre a toda velocidad. Un hombre y una mujer entran cargados de paquetes y, en
un plis plas, decoran la estancia con globos, serpentinas y luces de colores
que alegran la habitación.
Minutos después se oyen los pasos de Mirta y ambos salen
disparados hacia el rellano del ascensor.
MIRTA
/ ¿Pero qué es esto? ¿Cómo lo has hecho? ¿Dónde lo tenías metido?
MARIO
/ Magia potagia, amiga. A ver cuándo acabas de creerte que tengo poderes.
MIRTA
/ Ja, ja, no me hagas reír. Si fueras brujo o mago, te pediría varios deseos
que me alegraran la vida…
MARIO
/ ¡Ay, Mirtita! ¿Y qué deseos son esos? Pide por tu linda boquita.
MIRTA
/ Anda, anda, no digas más tonterías y ayúdame a poner la mesa. Te ha quedado
requetelinda la decoración. Ahora vamos a disfrutar de mis dotes culinarias y
del vinito de importación.
Engullen la pizza entre sorbo y sorbo, mientras conversan
tranquilamente y brindan por enésima vez.
MIRTA
/ Gracias por no dejarme sola esta noche, Mario. La verdad es que hubiera sido
muy triste cumplir medio siglo sin tener a nadie a mi lado.
MARIO
/ Mirtita, amiga, tendrías que haber organizado una fiesta. Tienes que abrirte
un poco más, no es buena tanta soledad.
MIRTA
/ Lo sé, Mario, pero no tengo ánimos. No sabes cuánto me arrepiento de haberlos
echado de aquella manera. Pero tuve que ponerlos en su sitio, me estaban
tomando el pelo, y mi hija se había convertido en una tirana conmigo. Tuve que
tomar una determinación.
MARIO
/ Tenías toda la razón, no te atormentes. Hiciste lo correcto, son mayores de
edad y tienen que vivir su propia vida fuera del nido. No te respetaban y eso
no se puede tolerar. Pero han pasado dos años, amiga, y el teléfono lo
inventaron para algo.
MIRTA
/ Me da terror intentarlo y que me rechacen. Sé que actué bien, pero me
perdieron las formas… Aquel día se me fue un poco la olla, no debí lanzarles
sus cosas por la ventana, sobretodo el ordenador…
MARIO
/ Ahí te pasaste tres pueblos. No, no debiste, pero lo hecho, hecho está. Y
después de tanto tiempo alguien debería dar el primer paso: tu hija te adora y
su novio es un buen chico. Quizá han madurado y están dispuestos a rectificar.
MIRTA
/ Quizás… Hoy he estado reflexionando mucho y si no lo hacen ellos he decidido
que los llamaré yo. Bueno, voy a buscar la fruta. Lo siento, no hay dulce de
leche, tendrás que conformarte con cerezas y melón.
TERCER ACTO
Mario abre la puerta del apartamento y entran de nuevo el
hombre y la mujer. La noche ha caído y la lluvia amaina en la casa de las
afueras de la ciudad. En la penumbra del salón, Mario, Lorena y Ricardo ultiman
los detalles: desenvuelven la tarta, encienden las velas y colocan los regalos
junto a la silla de la cumpleañera. Mirta regresa de la cocina…
LORENA,
RICARDO Y MARIO / ¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz, te deseamos todos,
cumpleaños feliz!
MIRTA
/ ¿Pero qué hacéis aquí? ¿Cómo habéis entrado?
LORENA
/ Por la puerta mamá, todo ha sido idea de Mario. No sabes lo que tienes con un
amigo como él. Felicidades, mamá, y perdóname, por favor, siento todo lo que ha
pasado…Te quiero.
RICARDO
/ Felicidades, Mirta. Yo también lo siento. Acepta mis disculpas, actué como un
niñato… Creo haber madurado en estos dos años.
MARIO
/ Bueno, bueno, basta de melodramas que estamos de fiesta. Ya tendréis tiempo
de hablar de hoy en adelante. Ahora vamos a celebrar el medio siglo de la mujer
más bella y limpia del planeta. Por cierto ¿os habéis descalzado al entrar?
LORENA
Y RICARDO
Síiiiiiiiiiiiii.
La música enlatada suena y todos comienzan a bailar…
"Despacito,
Quiero respirar tu cuello despacito
Deja que te diga cosas al oído
Para que te acuerdes si no estás conmigo".
FIN
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