Ric, Roc y Rac / Núria Burguillos

Érase una vez dos niños de una ciudad de un país africano que todos los años veraneaban con sus abuelos. Ric y Roc nunca se aburrían porque en aquel lugar había grandes extensiones de arena dorada, aunque no acababan en ningún mar.
Todos los días, la abuelita preparaba deliciosas tostadas con miel y vasos gigantes rebosantes de leche de cabra, que dibujaban en sus caritas morenas cómicos bigotes dulces, y ricos de relamer. Después de desayunar, trepaban por las dunas, hacían volteretas y se rebozaban como croquetas, hasta la hora de comer. A veces, se alejaban de las tiendas del campamento y el abuelo temía que no encontraran el camino de regreso, pues las huellas del desierto, con un poquito de viento, pueden desaparecer.
Un amanecer de aquel verano, oyeron un extraño sonido y, desconcertados, asomaron sus cabecitas despeinadas por el hueco de la cortina que los protegía del exterior. Un raro animal entonaba un canto sorprendente, como nunca antes en aquellos parajes se había conocido. 
Nadie pudo explicar cómo aquella cosita verde había logrado llegar a aquel lugar, pues por allí no había ni charcas ni charcos, ni rías ni ríos, ni tan siquiera un oasis donde refrescarse bajo una palmera, engullir dulces dátiles y ver espejismos de lindas bailarinas contoneándose al ritmo de la música, con deslumbrantes vestidos multicolor. Pero el abuelito, que había viajado a países exóticos, sabía que el sonido que emitía el bichito se llamaba croar, y que el animalito era una ranita de temprana edad.
Los niños quisieron quedarse con ella pero el anciano explicó que las ranas y los sapos pertenecen a espacios donde el agua es necesaria para vivir y chapotear. Ric y Roc comprendieron enseguida que el desierto no era el mejor lugar para el renacuajo al que, desde aquel mismo momento, llamaron Rac. Entre todos decidieron devolverlo al sitio donde nació  pero, mientras tanto, cada miembro de la familia se comprometió a ceder un vasito de agua al día, para que Rac viviera feliz en su palangana verde hasta reunirse con los suyos.
Una semana después, Ric, Roc y Rac, junto a los abuelos, emprendieron el camino a lomo de dos camellos tan altos como la luna. El viaje lo hicieron bajo las estrellas, para evitar los rayos del sol y así ahorrar el agua que necesitaban para ellos mismos pero, sobretodo, para Rac. Los niños comprendieron entonces que aquel líquido dulce, fresco y transparente era lo más preciado de su Universo.
Durante el trayecto, contaron miles de luceros y, al despuntar el día, alucinaron con el gran coro de ranas y sapos que croaba en la lejanía. Ric y Roc saltaron de los camellos y se precipitaron a una gran charca verdosa que vislumbraron en el horizonte. Mientras tanto, Rac aprendió a chapotear y se sumó al grupo de los que croaban sin parar.
Una gordita rana, con moño y gafas de leer, y un entrañable sapo, con bigote pintado en canas, les dieron la bienvenida. Los camellos secaron de un sorbo el charquito que encontraron a la entrada y todos los habitantes del mismo saltaron alegres y veloces a la charca vecina, donde Ric y Roc vaciaron la palangana, y donde Rac se reunió, al fin,  con la familia, después de varios días de aventuras por lugares desconocidos.
—¿Cómo sucedió? —preguntaron los abuelos de Ric y Roc a los abuelos de Rac.
—Unos niños traviesos vinieron a bañarse hace unos días. Todos nos escabullimos como pudimos, pero el renacuajo se extravió. Acababa de nacer, sus padres todavía no habían tenido tiempo ni de ponerle un nombre —respondió la abuela de Rac, con lágrimas en los ojos.
—¡Nosotros lo llamamos Rac! —dijeron a la vez los abuelos de Ric y Roc. —¿Y dónde están los papás? —interrogaron, angustiados.
—Salieron a buscarlo pero aún no han regresado. ¡Ojalá vuelvan pronto!
En ese momento, como por arte de magia, dos sombras verdes aparecieron en el horizonte. Al oír la algarabía, chapotearon a toda velocidad y, con gran alegría, encontraron a su renacuajito, sano y salvo. Lo abrazaron y apretujaron con sus ancas de rana y, sorprendidos, descubrieron que sapos, ranas y humanos, aplaudían, gritaban y croaban: ¡Viva Rac!
—¿Rac? —repitieron extrañados.
— Es el renacuajito, el nombre se lo pusimos nosotros —se apresuraron a aclarar Ric y Roc.
—¡Pues, nos gusta, no está nada mal! —respondieron, a coro, los papás de Rac. —Y vosotros ¿cómo os llamáis?
— Yo, Ric.
— Yo, Roc.
Y todos estallaron en una gran carcajada: ja, ja, ja.

Colorín colorado, este cuento para renacuajos, se ha acabado.



11 comentarios:

  1. Me encanta este cuento, por la empatía y solidaridad entre niños y amimales

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    1. Muchas gracias, me alegra que te haya gustado. Saludos.

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  2. Muy buen cuento Nuri!
    El próximo lunes se lo cuento a mis alumnos,seguro que les encanta.

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    1. Gracias, Nuri. Ya me dirás cómo reaccionan y si es adecuado para su edad. Besos.

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  4. El segundo aniversario de Charca literaria el día 14 de agosto, fue el disparador que nos hizo soltar las riendas de la imaginación para festejar narrando cuentos para sapos y ranas, no solo dirigido expresamente para los niños sino también para el disfrute de adultos.La original historia desarrollada en África y como escenario un inhóspito desierto que sirve para que se desarrollen las aventuras de los traviesos Ric,Roc y Rac, así como el lenguaje sencillo y ameno, merece que reconozca y aprecie tu aporte narrativo.

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    1. ¡Gracias, Netty! ESte cuento, aunque lo puedan leer todos los públicos, lo escribí pensando en los renacuajos de la especie humnana. Algunas amigas y primas me harán llegar la opinión y reacción de los suyos, es la única manera de aprender. Croac, croac.

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  5. Gracias, Ilusionista, me alegra que te haya gustado. Besos.

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  6. Ahora releyendo el cuento, me doy cuenta de la nueva palabra que has inventado y que debería ser aceptada por la RAE: CARJACAJADA, jajajaj. Ahhh otra cosa, el dibujo es una pasada, como dicen ustedes los españoles.

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