Ranalpa está triste / Juana Mora Alés

Ranalpa era una maestra a la que sus amigos llamaban Nalpi.
Cada día acudía a la escuela del pueblo donde estudiaban las ranitas y sapitos.
Nalpi tenía un grupo de alumnos muy diverso: sapitos revoltosos, tímidos, impacientes, pensadores, investigadores, artistas, algunos agresivos, y otros solidarios y respetuosos. Las ranitas eran ocho y los sapitos dieciséis, la clase era muy ruidosa y le costaba mucho esfuerzo que la atendieran para explicar las lecciones.
A Nalpi le preocupaba que sus alumnos no aprendieran y pensaba y pensaba cada día sobre cómo lograr motivar a los pequeños para que tuvieran interés por aprender.
Nalpi tuvo una gran idea: haría un teatro de títeres y con ellos atraería la atención de los ruidosos pequeños.
Trabajó mucho hasta que fabricó las marionetas aprovechando las ropas, zapatos , bolsos, sombreros, cinturones y otros objetos que ya no se usaban en casa.
La primera marioneta se llamó La Bruja Piruja, con ella enseñó las canciones de los números y de las letras con las que se escribían los nombres de los sapitos y ranitas. La brujita se hizo amiga de los alumnos, y cada día pedían bailar con ella las canciones. Al cabo de unos días los sapitos y ranitas habían aprendido el nombre de los números del uno al diez, así como a escribirlos y a contarlos.
La segunda marioneta se llamó el Señor Guarda Forestal. Con ella se interesaron por las plantas, sus partes y la importancia de estas para la vida, así como el ciclo del agua. El señor Forestal le explicaba cómo un incendio acabó con su monte, dónde sus amigos los animales vivían y disfrutaban felices.
Las ranitas y sapitos propusieron a Forestal, crear un lago para poder tener agua y así apagar los fuegos y poner lechuzas y búhos vigilantes para alertar pronto si sucedían.
La marioneta Paz, enseñó sobre la historia de las gentes del planeta Tierra, sus conquistas y sus peleas, y cuando llegaba la paz la gente vivía mucho mejor. Los sapitos y ranitas propusieron estar siempre en paz, hablar para solucionar los problemas y compartir con todos para que nadie tuviera hambre, ni sed, ni frío..., así la gente no tendría que pelear para conseguir lo que no tenían.
Después le tocó el turno a la marioneta Luna, ella enseñó el maravilloso Universo; sus estrellas, planetas, satélites, cometas... Los alumnos pidieron a Luna un traje de astronauta y una nave espacial, y juntos realizaron el mural del sistema solar, lo pusieron a la entrada de la escuela y todos los que pasaban miraban con ganas de subir a aquella nave para explorar la galaxia.
La última marioneta que fabricó Nalpi, fue Amor. Ella quería transmitir el amor y las emociones que sienten los pequeños y mayores. Así realizaron un mural en el que pintaron con colores las emociones que cada cual sentía. Resultó una obra maestra. La mezcla de líneas y garabatos con colores y figuras resultó verdaderamente emocionante. Lo colgaron en la puerta del aula, desde donde todos los demás alumnos podrían verlo.
Un día Nalpi enfermó, el médico le advirtió de que tenía que dejar de trabajar. A Nalpi aquella noticia le cruzó el alma como un rayo.
No podía decir a sus sapitos y ranitas que estaba enferma y que les dejaría de enseñar con las marionetas del teatro.
Muli, un sapito revoltoso de cuatro años se acercó despacio a la mesa de Nalpi cuando estaban jugando y Nalpi repasaba los dibujos, se puso a su lado en silencio, y la miró. Cuando ella lo advirtió lo miró a él, y fue cuando Muli le preguntó:
—¿Qué te pasa Nalpi?
Ella, sorprendida le dijo:
—¿Por qué me preguntas eso?
—Porque estás triste —respondió Muli.
Nalpi no podía reprimir las lágrimas que asomaron a sus ojos, y dijo al pequeño sapito que no le pasaba nada, lo acarició y lo invitó a seguir jugando.

2 comentarios:

  1. Un cuento fabuloso, Juani. Que gran maestra eres y cómo se nota que adoras a tus peques, sean ranas, sapos o humanitos... Felicidades, me ha encantado.

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