Josefa / Francisca Huamaní


De la última vez que te vi recuerdo tu risa, tu entusiasmo y otra vez tus risas. Corrías. Y claro, recordar a alguien así es normal, ¿no? Uno recuerda los mejores momentos y las mejores historias de aquellos a quienes quiere o admira. Pero tú sonríes con fe, con esperanza y agradecimiento. Por eso conocer a la nueva Josefa es ver en tu rostro a ese Dios del cual a veces, o algunos, dudamos de su existencia.

Desde niña he creído que si el mal existe el bien también está ahí. Ambos nos acompañan en cada momento de nuestras vidas, porque no solo somos buenos o malos, somos demasiados complejos. El ladrón que asalta con pistola y mata sin remordimientos, ese mismo, ese insensato se desgarra cuando algo similar le sucede a su familia. Ese forajido puede amar y ser bondadoso con sus hijos o, tal vez, los golpea sin piedad. Hay padres que trabajan demasiado y que olvidan demostrarles con abrazos y cariños a sus hijos lo mucho que los quieren.

Por eso cuando veo a tu mamá lo pendiente que está de verte feliz, con esas limitaciones que el destino te impuso, me hace creer en Dios. Josefa, ese amor de tu madre, de tu familia, ese amor es impagable. Ese amor es tu regalo de vida, tu regalo de cumpleaños feliz. Ellos dejan sus trabajos, sus horas libres, sus preocupaciones por estar contigo siempre, a tu lado. Ellos son felices cuando te ven feliz. Ellos te han visto, te ven, llorar. Ellos, también, te ven reír y el entusiasmo con que el hablas de tus proyectos.

Ojalá alguien te descubra y promocione. En estos días, luego del accidente, estoy aprendiendo a caminar, a sentir la fuerza en mis dedos. Algo tan sencillo como caminar tengo que aprenderlo de nuevo, cojeo, ya poco, pero oro por sanarme pronto.

Solo en estos días de temores en verdad te ha admirado más que nunca y recordado tu entusiasmo, tus locuras, tus historias y tu privilegiada memoria. Eres especial y lo sabes. Tienes un talento único y una inteligencia envidiable. Ese es tu don, tu salvavidas en estos días. Conocerte de nuevo ha sido un regalo. Tú eres un regalo para quienes te quieren y te admiran.

Pero recuerda, tu regalo es tu familia. Ellos te aman y amarán siempre. Un abrazo y un feliz cumpleaños, Josefa. Te quiero más desde hace tres años, desde que estás en esa cama postrada sin mover ni los pies ni tus caderas, esas que antes lucías en bailes sensuales y hoy, apenas, tus manos se deslizan para teclear en esa lap top que es tu salvavidas, tu conexión con el mundo.

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