En cuerpo ajeno / Netty del Valle

Todas las noches, antes de irnos a la cama a dormir, mi abuelita nos contaba un episodio de la experiencia que ella tuvo cuando vivió en una charca que había sido engendrada en su pueblo por las lluvias del cielo. Esta costumbre de dormir a sus nietos refiriéndoles un cuento, ella la había heredado de sus antepasados que a través de esta tradición ayudaba... a fortalecer los lazos de unión y de amor entre la familia.
—«Abuelita, ¿cómo pudiste vivir en una charca siendo humana?» —le dije una vez cuando comenzó a referirnos este cuento. Se puso el dedo índice en la boca en señal de silencio. Me quedé quieta pero con la curiosidad de preguntarle algún día cómo pudo vivir en ese lugar si ella no era un anfibio y no podía respirar por la piel y, además, no le veía branquias por ningún lado.
Inició contando que ese era un lugar mágico que no necesitaba de las luces artificiales que se utilizan en las ciudades para alumbrarse, porque bastaba la luz del sol por el día, y por las noches, los reflejos de la luna, las estrellas y los luceros del firmamento para que el lugar siempre, siempre, estuviera iluminado. Cierto día en la tarde, cuando caía una diminuta lluvia sobre la faz de la tierra, apareció en el cielo un haz luminoso formado por siete semicírculos de infinidad de colores que dieron origen a un fenómeno maravilloso de la naturaleza que se llama arco iris. Los sapos y ranas de la charca, sorprendidos al ver tanta diversidad de tonos, se les ocurrió la idea de cambiar sus vestidos transparentes como el cristal, y convocaron a una reunión para debatir qué les parecía un cambio de imagen que los hiciera más atractivos y vistosos. Ellos eran una comunidad muy unida que tomaban decisiones entre todos porque allí en ese lugar, nadie estaba por encima del otro y todos se respetaban aunque tuvieran voces distintas. Ni cortos ni perezosos, esa tarde en que la primavera cubría de verde grama los campos y vestía las plantas y árboles de olorosas flores y jugosos frutos, todos los habitantes de la mágica charca se impulsaron fuertemente con sus dos patas traseras y llegaron hasta el cielo a recoger manotadas de colores para hacerse multicolores vestidos. Así fue como la charca cambió de cara porque ya no eran del mismo color transparente, tan monótono y aburrido. Dieron un gran brinco hacia la variedad y saltaban alegres, unos, vestidos de amarillo girasol; otros, de azul turquesa como las aguas de los océanos; las de más allá, muy majas con falditas de rayas de varios colores y los de más acá, con corbatín verde chillón y puntitos rojo carmesí. Todos quedaron elegantemente vestidos como si fueran para un carnaval y se apreciaba la diversidad tan importante para aprender los unos de los otros y poder vivir en sana convivencia a pesar de las diferencias.
Otro episodio que nos contaba mi abuelita era cómo ellos habían adquirido sus voces cuando los estaban creando. Resulta que una vez, un ser celestial llamado Señor Viento que estaba formado por multitud de sonidos, algunos armoniosos y otros no tanto que parecían rugidos, estornudó tan fuerte sobre la faz de la tierra que el aire se le introdujo por la nariz a todo el que la tenía y al que no también, y esto dio origen a la sintonía de voces que escuchamos en el universo. Los pájaros trinaron, las ramas de los árboles hablaban cuando se estrujaban entre ellas para saludarse, los ríos rumoraban y las ranas y sapos croaban y así la naturaleza se pobló de sonidos y se acabó el silencio que dicen había en el principio de los tiempos.
Intrigados y curiosos, como todo niño, le dijimos a la abuelita que queríamos saber cómo era la apariencia del Señor Viento.
Era un señor muy hermoso que cuando bajaba del cielo a pasear por la tierra, se ponía su mejor gala y acicalaba su cara para que los niños, los animales y demás cosas que pueblan el mundo, se sintieran felices con su apariencia y no le tuvieran miedo. Claro que a veces se le iba la mano y resoplaba demasiado fuerte, como una advertencia a la gente para decirles que no maltrataran al planeta y lo cuidaran porque no existía en todo el universo un lugar como este para vivir tranquilos y felices. Sus cabellos, blancos y largos ,los alisaba con un peine de cristal hecho del rocío de las lluvias. Tenía miles de ojos para mirar a todos lados; cada uno de ellos era de diferentes piedras preciosas sacadas del fondo de las minas. Por eso el destello de su mirada a veces era rojo como los rubíes, blanco y transparente como los diamantes, verdes como las esmeraldas y amarillo como el topacio: tenía miradas de muchos colores.
Mientras fuimos niños, pasamos infinidad de noches al lado de la abuelita escuchando su historia de cuando vivió en una charca rodeada de renacuajos, sapos y ranas que la recibieron como si fuera una más de esa comunidad.. A mí, ella se me parecía a Sherezada, ese personaje de Las mil y una noches que una vez leí siendo ya adulta. Claro que los motivos de la abuelita eran diferentes. Ella nos hablaba y nos hablaba para llamarnos el sueño, porque en esa época, no podíamos contar ovejas porque no sabíamos matemáticas.
En el fondo de mi corazón, yo deseaba conocer esa charca y una noche, cuando ya nos iba a dar la bendición para dormir le dije:
—Abuelita, yo quiero ser rana como tú lo fuiste pero no quiero ser totalmente completa. Es decir abuelita, quiero ser medio- rana.
— ¡Ah!, entiendo— me dijo. Quieres ser una humarrana.
— ¿Ustedes también niños?
—Síííí, abuelita—dijimos en coro.
Acto seguido fue hasta el baúl que estaba en el rincón de la habitación, levantó la tapa y sacó un frasquito de cristal transparente. Nos hizo la señal de la cruz en la frente con un menjunje verde que nos olió a nenúfar machacado y dijo con voz suave estas palabras mágicas:
— ¡EHC ARBADACARBA SACNA ED ANAR!
Enseguida nos desparramos en el piso, dimos una, dos, tres zancadas con las patas traseras, emitimos tres croac, croac, croac, y nos zambullimos en las aguas de la noche.
 
 
 

2 comentarios:

  1. Entrañable cuento, Netty. No hay nada mejor en el mundo que tu abuela te explique un cuento. ¡Qué gran idea la de ser humarrana! Estás genial. Escribir cuentos destinados a un público infantil tiene una especial complejidad, pues hay que utilizar un lenguaje muy cuidado y escribir sobre historias que engachen a los peques. Felicidades.

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  2. Precioso Netty. Tiene expresiones sacadas del alma universal que tenemos.

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