El patio de luces / Raquel Mejuto Canaval


En un edificio situado en un barrio en la periferia de la ciudad un patio luce engalanado con ropas de todos los colores tendidas al sol, como si de estandartes se tratara. Solamente una terraza permanece desnuda pero su luz encendida todo el día y la ventana entreabierta hacen pensar que está habitada como todas las demás.
En la fría y clara mañana, Pilar se dispone a tender mientras es perseguida por su hijo, sus voces rompen el silencio de la torre de ventanales con aire de fiesta.
—Cuéntame un cuento mamá, un cuento de Navidad. —Te lo contaré mientras tiendo que ya es tarde. Pero esta vez déjame llegar al final. —Te lo prometo —responde convencido mientras que sus manitas se aferran a la reja que los separa del vacío. —…la niña, aterida de frío, enciende uno tras otro los fósforos para calentarse… —Mateo interrumpe a su madre. —¿Quién vive ahí? —preguntó señalando la ventana de enfrente. —La vecina —dice Pilar de mala gana y mirando de reojo el ventanal iluminado. —¿Cómo se llama? —No lo sé —contestó Pilar mientras colgaba la última pieza de ropa. —La persiana siempre está entornada y nunca hay ropa en el tendal. —Tendrá una secadora o llevará la ropa a la tintorería.

—¿Mamá en esa casa hay Navidad? —¿A qué viene esa pregunta? —inquiere Pilar mientras piensa una respuesta— supongo que sí pero no lo sé. De todas formas no en todos los hogares se celebra la Navidad. —¡Ah! Entonces no la celebra —afirma Mateo de manera categórica.
Pilar se queda mirando a su hijo con gesto de interrogación.
—¿Cómo estás tan seguro? Yo no lo estoy. —Fíjate esta noche, todo el patio se ilumina con luces de colores excepto esa ventana que estará como todos los días con su luz blanca. —Pero tiene luz, peor sería la oscuridad. —¿Qué quieres decir mamá? —Quiero decir que detrás de esa ventana iluminada hay una persona que respira y piensa como nosotros y, aunque no celebre la Navidad, seguro que le gustan nuestras luces de colores. Seguro que estaba escuchando calentita nuestro cuento hasta que tú me interrumpiste. —¿No tiene frío con la ventana entreabierta?
Pilar se quedó pensativa y contestó de manera mecánica mientras se dirigía al teléfono.
—No lo sé, espera un momentito que tengo que hacer una llamada importante.
Ya de noche Mateo, agazapado detrás de la puerta de la cocina, escucha entre susurros cómo su padre le comenta a su madre en el salón.
—Los bomberos encontraron el cadáver de la anciana en su sillón junto a la ventana, me comentaron que su rostro intacto parecía estar escuchando un cuento de Navidad.

El niño pensativo observa desde su rincón cómo, a través del cristal de la ventana de la cocina, el patio ya desnudo y silencioso se ha quedado en total oscuridad.

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