Mi amada princesa parecía no percibir mi presencia, tarde tras tarde se sentaba a las orillas del agua y pensaba en su amado príncipe de profundos ojos verdes. Yo, a lo lejos, sufría en silencio.
Esa tarde, apelando a todo mi valor, me acerqué lentamente hasta ella y me senté a su lado.
—Fuera, fuera —gritó la nodriza— aléjate de la princesa.
—No le grites —dijo Aurora —me complace que esté a mi lado.
—Como usted desee, mi niña —murmuró la mujer y se alejó mascullando su enojo.
—Desde hoy te llamaré Jaime —escuché que me decía— y ya nunca te apartarás de mi lado.
La felicidad invadió mi cuerpo y, de un brinco, me trepé a la falda de mi amada. Desde el estanque, los otros sapos me miraron recelosos y, olvidada, la esfera atrapó los últimos rayos de sol derramando incontables colores sobre mi nuevo mundo.
Ya llegaría el beso.
Ilustración: Ro Muguerza |
¡Qué bonito cuento y qué maravillosa ilustración! Felicidades a las dos artistas de la casa.
ResponderEliminarGracias ! Feliz de ser parte
ResponderEliminarMe sumo a las felicitaciones.
ResponderEliminarLa ilustración es muy bonita, así como el cuento perooooo, me quedé con ganas de que fuera más extenso.
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