Cuando me atacaron los oxiuros - por Netty del Valle


No vayan a imaginar que me atacaban precisamente la espalda. 
¡Nada de eso!
Esa fatídica noche tenebrosa y fría cuando las horas de la madrugada en silencio pasaban, recuerdo que estaba muy excitada soñando que estaba presentando un casting para una película porno, al lado de un tío español que llaman Nacho. Estaba en lo mejor presentando mi escena erótica tendida en una estera y solamente vestida con unas zapatillas de tacones de cristal de doce milímetros, cuando, súbitamente, me despierta a la dos de la madrugada un ataque de picazón en pleno culo. ..
¡Las identifiqué enseguida! 
Ya había oído hablar de ellas: eran las malditas « oxiuras», las hembras de los oxiuros que, como cualquier Drácula cobarde, se escudan en la sombras de tus intestinos y salen a media noche en pandilla y en puntillas para ubicarte el culo y poner sus huevos en tan insólito lugar.
¡Las odié! 
Lo primero que se me vino a la mente fue aguantar la respiración y cerré la boca, me tapé la nariz y apreté el culo para que se murieran asfixiadas. Cuando ya comenzaba a ponerme morada como una berenjena, reaccioné y la inteligencia me estremeció por los hombros haciéndome caer en cuenta que yo también me podía joder.Comencé a respirar tranquila. Hasta la guillotina de la Inquisición se me cruzó por la mente y ya las veía decapitadas, cayendo una a una, cuando salieran al borde de mi culo y las agarrara por la cabeza y zassssssss. Esta idea me sonó bastante pero me encontraba muy cansada de tanto desvelo y ya las fuerzas no me daban para ejecutar esta masacre.
Estaba desesperada con tanto rasca que rasca que, a pesar de que no soy muy religiosa, pero por si las moscas, me senté en una mecedora de paja que siempre tengo en mi habitación , encendí un cirio que puse en la mesa de noche y, en plena madrugada, cuando los gallos todavía duermen , le hice la novena a Santa Rita de Casia abogada de los imposibles, para que me hiciera el milagrito de erradicarlas de un tirón, sin que yo tuviera que confesarme el domingo siguiente por asesinatos múltiples. 
¡La santa me ignoró! 
Entendí que, quizá dolida por mi antipatía de no tenerla entre las vírgenes de mi devoción, no tuvo en cuenta mis súplicas y se hizo la sorda. Ellas, las vírgenes, también son jodidas como muchos de nosotros que no oímos cuando no nos da la gana. Me pasa con frecuencia y la gente cree que soy autista, maca o idiota.
¡Qué crean lo que quieran!
¡Qué noche tan insoportable y tan larga! Me sentía como caminando despacito en el desierto y, para rematar, dándome uña en el culo toda la noche. ¡Cuánta tortura! 
Siempre buscando una solución para salir de este maldito infierno, bajé a la cocina y me preparé una infusión con ajo, miel y jengibre, tomando lentamente la bebida y entremezclando entre sorbo y sorbo, todo tipo de rezos y exorcismos con la esperanza de martirizar a los oxiuros para que salieran rápido de mis intestinos. 
¡Las malditas no le temen ni a la ira santa! Seguían su festín gracias a mi culo.
Dicen que los oxiuros, sobre todo las incansables hembras, dejan a sus flamantes maridos durmiendo a pierna suelta, mientras ellas, como el tenebroso conde Drácula que sale a media noche a chupar la sangre de un pálido cuello femenino, ellas, las malditas «oxiuras» salen de marcha a poner sus huevos en la parte más sombría de la retaguardia de una infestada como yo. 
Después de esta espeluznante experiencia que creo fue derrotada con dos pepas de GIARDAMEB que me tomé con un vaso de zumo de tamarindo seco y sin azúcar, espero que no tomen represalia en mi contra y se les antoje cambiar de lugar y, como los hombres traicioneros, me ataquen por la vanguardia…

No hay comentarios:

Publicar un comentario